Cada vez que le ponía palabras al sueño de conocer el otro lado de su pequeño mundo, recibía un regalo de su padre, de su madre, de su pobre hermano o del muchacho que como un bien la quería. Collares, broches, pendientes, anillos, pulseras y adornos para el cabello la iban alejando, lentamente, del camino de sus dunas.
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