DUELE
Apaga las luces de la oficina y
sale. Doce campanadas, densas, cruzan la penumbra. Una joven pareja de
magrebíes comparte el silencio con ella. Lejos, en la entrada de la galería, la
luz juega con todos los colores y le trae un recuerdo henchido de brisas jamás
olvidado. De Colón, de las golondrinas, del pintor sirio, de la florista china
y de una mujer encarcelada en unos metros de tela negra persiguiendo la espalda
de su celador. Junto al mosaico de Miró, discutieron hasta hacerse daño. Esta
mañana ha recibido un e-mail. “Tenías razón. No dejo de escuchar tu Imagine. Me gustaría volver a verte.
Rachid”.